Beziers



A lado y lado, dos puentes atraviesan el mismo río en la misma ciudad, replicando dos tiempos de una historia de ficción que juega con los espejos y los reflejos. Sobre las aguas de un verde profundo, vuelan libélulas rojas desdibujando la silueta urbana de la civilización. En su superficie, el brillo blanquecino ciega a los pasantes sudorosos. Hoy el sol se hace presente y los colores pintan un paisaje vivo con olor a moho. La tierra parece seca pero llena de hierba que baila al son de una discreta y cálida brisa. Las verdinas flotan en el agua, oscureciendo el mundo de los acuáticos. Desde las grisáceas sombras, un reptil culebrea sigilosamente a la superficie en busca de una bocanada de aire para seguir. Su afilada y bífida lengua rompe la membrana acuosa y el mundo se sonoriza. Escucha el graznido desesperado de un pato perdido. Siente el calor solar y el miedo de las presas escondidas entre las rocas. La tierra vibra, llegan los ruidos indescifrables del imperativo humano, on y va! Y de repente un estruendo impreciso golpea su innato sobresalto desapareciendo precipitadamente por donde vino, dejando, en su danzarina huida, un coleteo burbujeante.