Madame juega

Madame juega. Juega con una casita de muñecas con grandes muslos que se balancean pasito a pasito. Madame le gusta jugar con muñecas que las visitan hombres vacíos y sin corazón. Madame no se imagina siendo una muñeca de grandes muslos. Pero en su mundo es impensable que no haya muñecas de grandes muslos, autómatas del sexo y del comercio. Madame sabe que en las muñecas se deposita todas las incapacidades y frustraciones de los hombres sin corazón. Madame juega a un juego repleto de miseria. Es la miseria de las muñecas que se balancean a cada ola salada y las arrastran aquí y allí. Sus vestidos se mojan y la espuma penetra en su piel de plástico porosa. Es el olor de semen que las encarcela y las asfixia en sus respectivas habitaciones. Madame mira de lejos y con simpatía aquellos hombres vacíos y sin corazón que no les importa si las muñecas de grandes muslos piensan. Son hombres que buscan llenar su vacío en los grandes muslos de las muñecas mojadas, sin prestar atención a su voluntad y corazón. La penetración de las entrañas rotas, inhumanas, vacías, aisladas, insensibles, abiertas, el coño solo, impersonalizan a las muñecas de grandes muslos. Incomunicadas, los grandes muslos trabajan mientras Madame juega con su casita de madera donde los hombres trafican con carne de plástico. Aquellos hombres incapacitados que con sus cigarros queman los muslos de las muñecas. Hombres frustrados, infelices, vacíos y sin corazón (también incomunicados) que creen encontrar la solución en las casitas de madera que se suceden en una serie de miseria y pobreza, donde se remueve la vergüenza humana, la semiesclavitud de las circunstancias imperfectas y creadas, la no contemplación de la igualdad plena, la deshumanización de lo que es humano, la desgracia de aquellos que no tienen poder y nadie los cuenta. Madame juega. Juega sin saberlo. Mutila el placer y el arte del sexo. Mutila a las muñecas que ya solo tienen un muslo que se abre y cierra inútilmente. Promueve el vomito incoloro, insonoro, inoloro, insípido, inmaterial de un colectivo sucio de sangre y semen. El semen que atraganta las bocas blancas de las muñecas rotas. El semen vacío y sin espermatozoides que resbala por el muslo ausente. El semen que silencia y se enreda en las lenguas cansadas. El semen infecundo e inhumano que cree mantener su triste poder. El semen cruel que ahoga a las muñecas en un mar salado y estigmatizado, encerrándolas en las espesas cárceles blancas de la moral y la incomprensión. Madame contempla con placer el espectáculo, el morbo de aquel que no participa y que cree saber que las muñecas son solo muñecas y no otra cosa.