
Desde el triangulito norte-este peninsular de costados torcidos como sus habitantes, contemplo yo el mundo como buenamente puedo pues bien sabido es que la Tierra no es plana y tiene ciertas crestas que te fastidian la panorámica global. A menudo una es vanidosa y agacha la cabeza para contemplar el botón céntrico que alberga en su vientre, pero al tiempo siente cierto dolor en el cocotero y la vuelve a levantar para descargar tensiones posturales, luego es cuando se fija en el otro y escuchas las tres palabras mágicas: Café para todos.
Y es que en la piel del toro (violentamente matado, eso sí, con mucho glamour) todos quieren café, lo cual esta muy bien, sobretodo para el mercado internacional y nacional de ese producto. El problema reside en que cuando un ser torcido pide un café con leche en vez de un café solo, se desgarra el caos. El Apocalipsis se acerca. Una especie de locura colectiva se apodera de las cafeterías. Uno dice que si la leche se cae en la piel del toro será el fin del mundo. Otros esconden todas las cafeteras habidas y por haber. Un tercero se bebe la leche antes de que se pueda meter en el café. Hay quien apaga los fogones y se traga el mechero.
Entre tanto caos, finalmente se impone a empujones y con pisotones el orden (lleno de magulladuras). Se llega a una resolución. Ni unos ni otros. Pon solo un poco de leche, la justa para que sepa a café solo pero con el sabor un poco personalizado, ya me entiendes. Le guiña el ojo. Entonces el ser utópico torcido bebe un poco de su experimento. Podría estar mejor pero no esta mal. Una vez el café con leche esta servido y el catador dio buena propaganda, es cuando viene la metamorfosis colectiva y todos aquellos que encontraban la leche como elemento previo al fin del mundo, escondieron la cafetera, se bebieron la leche, apagaron los fogones y se comieron el mechero, gritan: Café con leche para nosotros.
Y es que en la piel del toro (violentamente matado, eso sí, con mucho glamour) todos quieren café, lo cual esta muy bien, sobretodo para el mercado internacional y nacional de ese producto. El problema reside en que cuando un ser torcido pide un café con leche en vez de un café solo, se desgarra el caos. El Apocalipsis se acerca. Una especie de locura colectiva se apodera de las cafeterías. Uno dice que si la leche se cae en la piel del toro será el fin del mundo. Otros esconden todas las cafeteras habidas y por haber. Un tercero se bebe la leche antes de que se pueda meter en el café. Hay quien apaga los fogones y se traga el mechero.
Entre tanto caos, finalmente se impone a empujones y con pisotones el orden (lleno de magulladuras). Se llega a una resolución. Ni unos ni otros. Pon solo un poco de leche, la justa para que sepa a café solo pero con el sabor un poco personalizado, ya me entiendes. Le guiña el ojo. Entonces el ser utópico torcido bebe un poco de su experimento. Podría estar mejor pero no esta mal. Una vez el café con leche esta servido y el catador dio buena propaganda, es cuando viene la metamorfosis colectiva y todos aquellos que encontraban la leche como elemento previo al fin del mundo, escondieron la cafetera, se bebieron la leche, apagaron los fogones y se comieron el mechero, gritan: Café con leche para nosotros.
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