La Mina


Desde la ventanilla del coche en dirección a la Diagonal barcelonesa vislumbraba a su derecha una hilera de árboles que se sucedían uno detrás de otro, cada cual más espeso y alto, a lo largo de un tramo cuidadosamente estudiado. A un visitante cualquiera le hubiera parecido aquello una desafortunada decoración de mal gusto, pero no a aquel desencajado energúmeno que comprendía realmente cual era la función de aquella frondosa vegetación.

Era, ni más ni menos, que las cortinas verdes de un mísero espectáculo. Detrás de las cuales, se escondían actores con familias desestructuradas como sus economías, la oscura y miserable marginalidad (aquella que provocó el tiroteo el día anterior a que los mossos d’esquadre substituyeran finalmente a la policía) y pisos minúsculos prefabricados grises con ropas descoloridas colgadas en sus fachadas agrietadas.

Se trataba solamente de lo que es y lo que parece. Una mascara vegetal que desaparecía a los pocos metros que avanzaba el coche dando paso (en esa misma derecha) a la zona Forum con sus rascacielos postmodernos al fondo y un cartel azul con letras blancas que rezaba hacía la glamurosa visión: Mira la Mina com canvia.

Desde la ventanilla del coche en dirección a la Diagonal barcelonesa pensaba el desencajado visitante que seguramente las familias desestructuradas de los edificios prefabricados grises agrietados alcanzaban a ver desde las ventanas aquel cartel azul con letras blancas y mayúsculas. Pero lo que no tenía tan claro es que lograran ver su mensaje.