Fantástica Realidad

Entabla una conversación con una mujer de curvas imposibles. Se anima mientras huele la cabellera estereotipada de la Diosa (tal y como él la llama). Sonríe y sus cojones se deshacen en arena blanca. Es un sueño construido con carnes achicharradas en rayos uva, tetas rellenas de silicona y figura repasada en photoshop. Nadie la ve, sólo él. Se la lleva a la cama y mentalmente recrea un coito interminable recogido en la última película pornográfica del sábado anterior.

No existen mujeres así”, piensa mientras se corre encima de la revista. Desea fervientemente conocerla, aunque haya sospechado previamente su inexistencia. Suspira y besa su propio semen al imaginar un coño húmedo y aniñado. Traga de él mismo y le sabe a mujer empapelada. Sodomiza, penetra, chupa, agarra y besa, adormilado en un sillón a media luz con finos rayos colándose entre las rendijas de la persiana. Se fuma un cigarro bajo en nicotina acompañado de su fantasía tumbada a sus pies engañosamente saboreando y ensuciándose con un helado de chocolate. Cree que es su esclava.

La percibe, la desea, la idealiza y se tortura idealizando. Distorsiona su real irrealidad. Convierte sus deseos sexuales en una meta. Babea ante un fantasma tejido con hilos eléctricos neuronales. La química y la física se entremezclan en una historia insensible cargada de dolor. Deja de ser amo de sus percepciones. Interpreta sus impresiones. Llena el vacío con su obra de arte particular y sin saberlo se cree su propia mentira. Sufre la esquizofrenia contemporánea.