Cuando se pone en tela de juicio el principio que considera a los seres humanos como autónomos, conscientes de sus actos y por tanto responsables de estos y capacitados para saber ellos mismos aquello que mejor les conviene, se adentra en un terreno peligroso. Pues con la negación de este principio, el trato que se le debe dar a la humanidad resulta radicalmente distinto. Equivaldría a tropezar, ni más ni menos, con una infancia perenne y generalizada.
Pero además, resulta que la perdida de estas consideraciones supone incluso la decadencia total de la lógica de aquel que, incauto, intenta romper ese principio. Pues como ser humano, se aplica el cuento y se entierra en su propia tumba. El género, en este caso, es subconjunto de la estupidez y la ignorancia y no viceversa.
A menudo, sin embargo, la mutilación de ese principio no se aplica a toda la humanidad. Sino a una parte de ella más o menos densa. La cual se considera que su voluntad es dirigida y adormecida por distintos métodos, como consecuencia no saben aquello que mejor les conviene y viven en un perpetuo paraíso (material), similar al del cristianismo, pero con un poco de sexo con condón.
Los que proclamaban eso ultimo, acostumbran a no considerarse parte de esa humanidad. Por alguna extraña razón, pudieron escapar, talmente como el clásico mito de la caverna de Platón y al igual que este conocen aquello que mejor les conviene a los humanos (en el caso de Platón solo a los griegos, principalmente porque los demás eran bárbaros). Poseen la verdad y la justicia. Eso, amén de prepotentes y narcisistas, los hace especiales. Ellos tienen el conocimiento de aquello que es mejor para todos. Están despiertos y son listos. ¿Qué más se puede pedir?
Lo peor se puede desencadenar cuando estos poseedores de la verdad y la justicia entre la masa adormecida, un buen día deciden ser solidarios. Emplear todos sus esfuerzos a encaminar esa ola adormecida y sin voluntad hacía el camino correcto. Entonces se convierten en padres de pueblos enteros. Guías casi divinos que cuidan de sus hijos condenados a la infancia perpetua. A estos se les considera incapacitados para decidir por si mismos, pues ellos no entienden aquello que es mejor para todos ni siquiera para ellos mismos. No encuentran el verdadero camino de la justicia y la verdad (que solo hay uno) y hay que iluminarlos, si hace falta a hostias.
Esa es la parte más oscura de los iluminados y es así como funciona la lógica o sin lógica de los mayores dictadores de la historia.
Pero además, resulta que la perdida de estas consideraciones supone incluso la decadencia total de la lógica de aquel que, incauto, intenta romper ese principio. Pues como ser humano, se aplica el cuento y se entierra en su propia tumba. El género, en este caso, es subconjunto de la estupidez y la ignorancia y no viceversa.
A menudo, sin embargo, la mutilación de ese principio no se aplica a toda la humanidad. Sino a una parte de ella más o menos densa. La cual se considera que su voluntad es dirigida y adormecida por distintos métodos, como consecuencia no saben aquello que mejor les conviene y viven en un perpetuo paraíso (material), similar al del cristianismo, pero con un poco de sexo con condón.
Los que proclamaban eso ultimo, acostumbran a no considerarse parte de esa humanidad. Por alguna extraña razón, pudieron escapar, talmente como el clásico mito de la caverna de Platón y al igual que este conocen aquello que mejor les conviene a los humanos (en el caso de Platón solo a los griegos, principalmente porque los demás eran bárbaros). Poseen la verdad y la justicia. Eso, amén de prepotentes y narcisistas, los hace especiales. Ellos tienen el conocimiento de aquello que es mejor para todos. Están despiertos y son listos. ¿Qué más se puede pedir?
Lo peor se puede desencadenar cuando estos poseedores de la verdad y la justicia entre la masa adormecida, un buen día deciden ser solidarios. Emplear todos sus esfuerzos a encaminar esa ola adormecida y sin voluntad hacía el camino correcto. Entonces se convierten en padres de pueblos enteros. Guías casi divinos que cuidan de sus hijos condenados a la infancia perpetua. A estos se les considera incapacitados para decidir por si mismos, pues ellos no entienden aquello que es mejor para todos ni siquiera para ellos mismos. No encuentran el verdadero camino de la justicia y la verdad (que solo hay uno) y hay que iluminarlos, si hace falta a hostias.
Esa es la parte más oscura de los iluminados y es así como funciona la lógica o sin lógica de los mayores dictadores de la historia.
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