Mutilación

Encerrada en esta mazmorra de barrotes de mármol. Pregunto cuantos dedos tienes en el pie. Cuento: uno, dos, tres, cuatro… y te falta uno. No consigo vislumbrar cual es. Sé que los perjuicios no llevan a ninguna parte. Pero he contado cuatro. Cuatro son las bragas rojas de mi hogar. Cuatro las fronteras que nos separan. Y aún así, se que un juicio a destiempo puede atragantarte. Sin embargo, cuatro son los dedos que consigo ver desde mi mazmorra de cuatro bragas rojas. Cuatro son los dedos que se repiten en cada barrote. Cuatro son las sombras que enmarcan la mar de Barcelona. Quizás son las cuatro barras derrumbadas o las cuatro rayas del descolorido tigre cazado. Toco cuatro dedos desdibujados encima del mármol de tela roja. Mientras cuatro coágulos de sangre salen por estas cuatro uñas tuyas. Puede que cada uno con su perjuicio y cada perjuicio con su destiempo y cada destiempo con su atragantada y esta anillada al perjuicio. Circular pareces, pero solo cuento cuatro dedos barnizados de rojo. Cuatro dedos que practican el sexo en la mar de Barcelona, debajo de un tigre descolorido. Cuatro dedos que los miran cuatro ojos y sienten la ausencia del quinto. El vacío me obsesiona. Los perjuicios provienen del vacío. Un hueco de la soledad. La rotura de ese hueso miedoso que tiembla ante la pérdida. Ese agujero que no tolera el cambio. El vacío que desea que se detenga el tiempo y la eternidad que se rompe en aquel suspiro vaporoso. Sé que algún día no estaré encerrada en esta mazmorra de barrotes de mármol. Mientras contaré cuatro dedos del pie.