Imatge de...


Alguien le cuentan a otro alguien que des de hace dos meses no vive con su marido, el cual hacía veintidós años que estaban casados, con periodos de violencia cuando las cosas no iban como iban de ir, que además la engañaba con los compañeros de trabajo, que se masturbaba delante de su hija pequeña y que posiblemente iba de prostitutas. Le dice con lágrimas en los ojos que ha perdido el juicio por violencia domestica, mientras cuchichea por lo bajo, lentamente, que no tiene trabajo, ni dinero y que ha contactado con casas de prostitutas para saber los precios y las condiciones de trabajo.

Lo miró des de lejos, doblando las paredes de la ficción, sabiéndome espectador de una tragedia sin final aún escrito. Siempre fui amante de la ficción, de las novelas, del cine y de los expedientes académicos, jurídicos y médicos. También quise ser escritor para contar mi historia en tercera persona, con pico de ave y capas de pelo y tela envolviendo la realidad. Un día escuche que lo que se le exige a los escritores es que se dejen las venas, que manche el papel de sangre y que escriban mientras se les entrecorta la respiración. Morir escribiendo.

Sin embargo, discrepo. Los buenos escritores escriben con mierda, la enorme mierda que todos los culos la hacen posible. Ese enorme ano que se cierra y que abre, en forma de apretón de mano o de beso, y que sin embargo te ensucia la cara sin esperarlo. La mierda que enjabona las bocas de los traidores, destroza las noches de besos y abrazos y apesta el ambiente.