La incomunicacíón del lenguaje en el amor

Recluida en la conversación interminable de la incomunicación, la avestruz muerde piedra debajo de los vasos sanguíneos de la humanidad. En un trueque evolutivo inesperado, el humano imaginó la palabra. Inútilmente la esgrimió y sin darse cuenta yacía en cuclillas provocándose la eterna nausea de la sinrazón lingüística. Perdido el origen de todo, pasaba los días vociferando en silencio. La palabra rebotaba en las paredes de la placenta. El mosaico gramatical del amor gritaba al silencio. ¡Calla! Mantén la cabeza hundida en el barro. ¡Calla! Detén el lío eterno de la comunicación. ¡Calla! Frena la lucha de los gritos de aquellos cuyo lenguaje nunca llegan a abrazarse y, sin embargo, vuelven una y otra vez a hacer el gesto, sin que lleguen a tocarse jamas.