Notas sobre la lengua
Resulta paradójico que en estos tiempos donde, más que nunca, existe una organización social meticulosamente administrada en todos los ámbitos (educativo, sanidad, seguridad, los permisos del ayuntamiento para hacer cualquier cosa, las estadísticas, etc) y donde el individuo poco pinta (la casi nula identidad individual, los movimientos de masas, el propio concepto de democracia, etc) se hable hasta la saciedad sobre el valor del individuo. Con cierto paternalismo, contemplo esta clase de discursos vacíos, porque el que no es capaz de ver la realidad que le rodea, difícilmente podrá cambiarla.
Primero por la formación del tripartito, luego con la salida a Perpiña y la tregua de ETA a Cataluña y reciénteme el proceso de reforma del estatuto, el caso es que esta de moda meterse con las instituciones catalanas, cuando más deslegitimada este la Generalitat mejor. De repente, una serie de individuos sienten una especial y profunda preocupación por las leyes lingüísticas de Cataluña (algunas de ellas con más de 20 años de vigencia) aunque no vivan ni tengan intención de hacerlo en dicha comunidad. Se escandalizan de que toda la educación de primaria se de únicamente en catalán., a excepción de la asignatura de inglés y castellano, y, día sí, día también ponen noticias de supuestas multas a comerciantes por atender en castellano. Todo para dar a entender que en Cataluña es «como con Franco pero al revés». No reo que haga falta decir que la mayoría de estas noticias suelen ser una manipulación brutal de la realidad: no es que se haga boicots a productos de origen español, sino a productos no etiquetados en catalán; no es que se multe por atender en castellano, sino por no hacerlo en catalán. Aunque si el boicot de dichos productos o las multas son tan extendidas como aseguran algunos, no entiendo como me lo hago para comprar la mayoría de productos etiquetados en todas las lenguas de Europa menos en catalán y pasar por cientos de comercios donde los carteles están en castellano, chino, paichu o árabe y no en catalán.
Por otro lado, la mayoría de las personas que promueven esta imagen de la realidad lingüística catalana, defienden un bilingüismo asimétrico. Es decir, por regla general entienden que todo catalán debe de saber castellano y usarlo en aquellos casos en que alguien no sepa catalán, sea o no de Cataluña. Parece ser que el catalán solo tendrían que aprenderlo aquellos que estuvieran interesados en hacerlo. Apelan que el aprendizaje y el uso de una lengua es una decisión individual y libre y nadie debe entrometerse. Dejando por un lado lo paradójico que resulta al considerar que el aprendizaje del castellano no es una decisión individual y libre, me resulta sorprendente que el aprendizaje de una lengua se considere una decisión libre y más a un cuando tal consideración proviene de un monolingüe.
Imagino cuantos niños habrán decidido aprender castellano en Madrid, Sevilla o Zaragoza. Me los imagino pidiéndoles a sus padres la lengua que más les apetecía hablar. ¿Cómo se imaginan que logré yo con mis tres años dominar dos lenguas? ¿Me imaginan, tal vez, suplicando a mis padres una educación bilingüe? Algo así como: enséñeme el catalán para el uso familiar y el castellano para no ser una provinciana. Ni el catalán ni el castellano lo aprendí en la escuela. El castellano ni siquiera me lo enseñaron mis padres. Tampoco he visto a los niños de madre francesa y padre catalán pidiendo una educación trilingüe. Visto así, me parece que el aprendizaje de una lengua no es una decisión individual, sino que depende del colectivo que la aprendas.
Pero además, para el colmo, tampoco decidí como usar la lengua (o las lenguas). Sino que la manera de usarla ya me fue dada. Así que no solo no me dejaron escoger el numero de lenguas, ni cuales lenguas, sino que además también me impusieron colectivamente la manera de expresarme en dichas lenguas y esta manera de exprésame tiene mucho que ver con la manera de mostrar los sentimientos. Por ejemplo si quiero expresar mi afecto por otra persona, le puedo decir «te amo» o «te quiero», su correspondiente traducción al catalán sería «t’estimo». Sin embargo, a pesar de ser equivalente, no expresan el sentimiento de la misma forma. El verbo «amar » hace referencias directas a tener amor por algo, pero este amor en el verbo «querer» deriva en desear poseer algo mientras que en el verbo «estimar» significa dar valor a algo. A pesar de que en castellano existe el verbo «estimar», no se usa en esas circunstancias. Nadie que use correctamente el castellano se le ocurre decir «te estimo» a la novia de turno. Lo mismo ocurre con el catalán. Nadie se le ocurre decirle a la novia, en medio de una cena idílicamente romántica «et vull», y en cualquier caso si alguien se le ocurriera decirlo, el significado sería completamente distinto. Vease pues que la manera con que me han enseñado (sin mi permiso) la lengua, a determinado la manera con que me expreso con los demás.
Por si eso fuera poco, la comedura de coco lingüística fue más allá y resulta que mis conocimientos de las lenguas van estrechamente vinculados a mis conocimientos del mundo, de hecho estos han determinado mi realidad. Hace poco fui a una exposición que se organizaba en el Casal Pere Quart de Sabadell sobre «Les llengües que es parlen a Catalunya». No recuerdo exactamente el nombre de la lengua, pero resulta que los hablantes de una lengua africana eran capaces de diferencias seis partes del pie, cada parte con su nombre. Por supuesto, ninguno de ellos necesariamente tenía que tener conocimientos científicos de anatomía, pero paralelamente al aprendizaje de la lengua, habían aprendido a diferenciar seis partes del pie. Por supuesto, yo no las veo por ningún sitio. Mi comedura de coco va por otros sitios. Conceptos como alma (donde implica la dualidad de espíritu-cuerpo), fantasma (ser muerto inmaterial que deambula por el mundo y es capaz de emitir sonidos) o hasta el propio concepto de individuo, parecen extrañísimos para los ajenos a mi realidad lingüística.
Primero por la formación del tripartito, luego con la salida a Perpiña y la tregua de ETA a Cataluña y reciénteme el proceso de reforma del estatuto, el caso es que esta de moda meterse con las instituciones catalanas, cuando más deslegitimada este la Generalitat mejor. De repente, una serie de individuos sienten una especial y profunda preocupación por las leyes lingüísticas de Cataluña (algunas de ellas con más de 20 años de vigencia) aunque no vivan ni tengan intención de hacerlo en dicha comunidad. Se escandalizan de que toda la educación de primaria se de únicamente en catalán., a excepción de la asignatura de inglés y castellano, y, día sí, día también ponen noticias de supuestas multas a comerciantes por atender en castellano. Todo para dar a entender que en Cataluña es «como con Franco pero al revés». No reo que haga falta decir que la mayoría de estas noticias suelen ser una manipulación brutal de la realidad: no es que se haga boicots a productos de origen español, sino a productos no etiquetados en catalán; no es que se multe por atender en castellano, sino por no hacerlo en catalán. Aunque si el boicot de dichos productos o las multas son tan extendidas como aseguran algunos, no entiendo como me lo hago para comprar la mayoría de productos etiquetados en todas las lenguas de Europa menos en catalán y pasar por cientos de comercios donde los carteles están en castellano, chino, paichu o árabe y no en catalán.
Por otro lado, la mayoría de las personas que promueven esta imagen de la realidad lingüística catalana, defienden un bilingüismo asimétrico. Es decir, por regla general entienden que todo catalán debe de saber castellano y usarlo en aquellos casos en que alguien no sepa catalán, sea o no de Cataluña. Parece ser que el catalán solo tendrían que aprenderlo aquellos que estuvieran interesados en hacerlo. Apelan que el aprendizaje y el uso de una lengua es una decisión individual y libre y nadie debe entrometerse. Dejando por un lado lo paradójico que resulta al considerar que el aprendizaje del castellano no es una decisión individual y libre, me resulta sorprendente que el aprendizaje de una lengua se considere una decisión libre y más a un cuando tal consideración proviene de un monolingüe.
Imagino cuantos niños habrán decidido aprender castellano en Madrid, Sevilla o Zaragoza. Me los imagino pidiéndoles a sus padres la lengua que más les apetecía hablar. ¿Cómo se imaginan que logré yo con mis tres años dominar dos lenguas? ¿Me imaginan, tal vez, suplicando a mis padres una educación bilingüe? Algo así como: enséñeme el catalán para el uso familiar y el castellano para no ser una provinciana. Ni el catalán ni el castellano lo aprendí en la escuela. El castellano ni siquiera me lo enseñaron mis padres. Tampoco he visto a los niños de madre francesa y padre catalán pidiendo una educación trilingüe. Visto así, me parece que el aprendizaje de una lengua no es una decisión individual, sino que depende del colectivo que la aprendas.
Pero además, para el colmo, tampoco decidí como usar la lengua (o las lenguas). Sino que la manera de usarla ya me fue dada. Así que no solo no me dejaron escoger el numero de lenguas, ni cuales lenguas, sino que además también me impusieron colectivamente la manera de expresarme en dichas lenguas y esta manera de exprésame tiene mucho que ver con la manera de mostrar los sentimientos. Por ejemplo si quiero expresar mi afecto por otra persona, le puedo decir «te amo» o «te quiero», su correspondiente traducción al catalán sería «t’estimo». Sin embargo, a pesar de ser equivalente, no expresan el sentimiento de la misma forma. El verbo «amar » hace referencias directas a tener amor por algo, pero este amor en el verbo «querer» deriva en desear poseer algo mientras que en el verbo «estimar» significa dar valor a algo. A pesar de que en castellano existe el verbo «estimar», no se usa en esas circunstancias. Nadie que use correctamente el castellano se le ocurre decir «te estimo» a la novia de turno. Lo mismo ocurre con el catalán. Nadie se le ocurre decirle a la novia, en medio de una cena idílicamente romántica «et vull», y en cualquier caso si alguien se le ocurriera decirlo, el significado sería completamente distinto. Vease pues que la manera con que me han enseñado (sin mi permiso) la lengua, a determinado la manera con que me expreso con los demás.
Por si eso fuera poco, la comedura de coco lingüística fue más allá y resulta que mis conocimientos de las lenguas van estrechamente vinculados a mis conocimientos del mundo, de hecho estos han determinado mi realidad. Hace poco fui a una exposición que se organizaba en el Casal Pere Quart de Sabadell sobre «Les llengües que es parlen a Catalunya». No recuerdo exactamente el nombre de la lengua, pero resulta que los hablantes de una lengua africana eran capaces de diferencias seis partes del pie, cada parte con su nombre. Por supuesto, ninguno de ellos necesariamente tenía que tener conocimientos científicos de anatomía, pero paralelamente al aprendizaje de la lengua, habían aprendido a diferenciar seis partes del pie. Por supuesto, yo no las veo por ningún sitio. Mi comedura de coco va por otros sitios. Conceptos como alma (donde implica la dualidad de espíritu-cuerpo), fantasma (ser muerto inmaterial que deambula por el mundo y es capaz de emitir sonidos) o hasta el propio concepto de individuo, parecen extrañísimos para los ajenos a mi realidad lingüística.
(… abandono el texto, estoy cansada y me perdí)
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